...y, con portes aún mayores, en las Chorreras de la Rivera de Huéznar (Sevilla)...
Con todo, aun reconociendo que en su largo recorrido se flanquée de yerbas que, como varios tipos de helecho, en nuestros alrededores acaso se presentan en la zona de Salvatierra...
...incuso en los rincones más sencidos de la Rivera de Huéznar cuesta dar con una eclosión de herbáceas nemorales como la de la Sierra de La Parra donde, añadiendo alguna que se cría en La Fuente, La Lapa y Alconera, a perennes como...
Arísarum simorrhínum
Avénula sulcáta
Brachypódium distáchyon Bríza máxima
Gladíolus sp
Léuzea conífera
Mélica minúta
Pícris echióides
Rúmex intermédius
Stípa bromóides...
Se trata además, dada la juventud que presentan en esta sierra todas las plantas leñosas, de un enclave privilegiado para barruntar la dinámica del desarrollo del encinar. Cuando sus abundantes chaparrales alcanzan cierta altura comienzan a invadir su seno especies como Vibúrnum tínus, Phillýrea latifólia, Pistácia terebínthus y Coronílla valentína subsp. gláuca, dejando, en contraposición al alcornoque, fuera las restantes, incluída Árbutus unédo.
Pequeño encinar con Coronílla valentína subsp. gláuca
La cuestión sería si un encinar contínuo de este tipo o incluso más empobrecido, al modo del encinar cantábrico, constituiría el monte más común en las llanuras pacenses. Desde luego en zonas abruptas tal esquema noreuropeo cede siempre a una dinámica muy característica del mundo mediterráneo donde, desde las etapas más incipientes de colonización forestal, protagonizadas por tomillos (Thýmus), arbolagas (Genísta), juagazos (Cístus) y retamas (Retáma, Cýtisus), hasta las más evolucionadas, con grandes quercíneas, ulmáceas, coníferas, oleáceas o salicáceas, priman los portes almohadilados y aparasolados con el fin de reducir la insolación y la evaporación, de forma que cada especie, por mucha altura que alcance, más que medrar a costa de las demás, lo hace junto y gracias a ellas. Cuando el suelo se vuelve más profundo y la disponibilidad de agua mayor es posible que el modelo noreuropeo cobre mayor relevancia.
...Posible, pero no probable: a este respecto resultan muy ilustrativos los restos de monte que quedan en Brovales, donde a alcornoques, ojaranzos y agalleros les cuesta subordinar bajo sus ramas incluso especies como la charneca (a la derecha de la foto superior se aprecia una junto a un alcornoque); asimismo, inmersa en un ambiente más empobrecido, el del corazón del valle pacense del Guadiana, la sierra de La Oliva conserva una catena de vegetación de azaúches en su base con charnecas y coscojas que ceden ante las agracejeras a mayor altitud. Éstas, al contrario de lo que ocurre en el Cantábrico, lejos de verse excluídas por especies de mayor talla se ven favorecidas en sus primeros años de vida por su penumbra hasta el punto de no germinar sin ella, de forma que conviven junto a azaúches en la madurez, quedan subordinadas a encinas más arriba y se hacen acompañar de alcornoques y madroñeras en las umbrías más altas; en la avanzadilla septentrional de Hornachos se vislumbra algo parecido, pero el azaúche empieza a rodearse cada vez más de nebros, llegando casi a desaparecer del promontorio suroriental en favor de éstos, que insinúan el recrudecimiento progresivo de los fríos hacia el oriente de la provincia. Algo manifiesto también en el llano desde la carretera de Badajoz a Córdoba por el incremento de agalleros que se atisba a partir de Zafra, e incluso la aparición de rebollos más allá de Llerena. No en vano lo más sombreado de la Sierra Grande de Hornachos se puebla de berezo colorado (Eríca austrális) y ogarzo (Cístus populifólius)
Pero también Los Barros cuentan con recuerdos de estas antiguas frondas.
Por supuesto, las sierras más altas de sus inmediaciones todavía muestran numerosos pies o matas de agallero (Quércus fagínea), como ocurre en las lindes de Sierra Vieja, en alguna pedriza de sus faldas suroccidentales, en bajiales del Valle de Las Viñas o, cerca de álamos negros, en las orillas de sus arroyos, todo en Feria, así como en el Valle del Coto de La Lapa; pero este árbol subsiste también en zonas más bajas, bien hibridado, como en el Cuarto del Monte, Robladillo y Cabrera en Fuente del Maestre, a orillas de la Rivera de Guadajira, cerca de Feria o, junto a alcornoques y coscojas, en las inmediaciones del Arroyo Harninas, entre Almendralejo y Solana, bien puro, como en los cervigones de "Los Quejigales", en Los Santos de Maimona, no lejos de los álamos negros y chopos con Cárex híspida de Los Baños de La Cochinita, hoy Balneario de El Raposo, ni de los ojaranzos con írides f(o)etidíssim(a)e, brachypódia sylvática y grandes azoferfios, de azoferfias que alcanzan el centímetro y medio de grosor, en el entorno de la Ermita de Belén, en Zafra, o los fresnos que aparecen aguas abajo de esa misma rivera rodeados de perapanes
Perapán (Pýrus Bourgaeana)
Lamentablemente, con los pequeños chaparrales de La Parra comenzando apenas a albergar ahora un estrato leñoso inferior, el clareo tan generalizado que presenta la Sierra de Fuentes de León, así como los destrozos perpetrados recientemente sobre "Los Madroñales" en la caída occidental de Monsalud, probablemente la de la Rivera de Huéznar constituya la representación más cabal de los montes sobre caliza del suroeste español. Pero es al otro lado de La Raya, en la Sierra de La Arrábida, donde se refugia la manifestación mejor conservada que pueda aún contemplarse a nivel mundial. Allí el fondo del valle lo invade el agallero con el sotobosque tan complejo sobre el que suele alzarse, cediendo, a medida que se asciende por las barreras, a un coscojar subrupícola que, frisando los 14 metros, desplaza a todos los demás árboles del entorno, a excepción de algunos palos sanguinos y charnecas que lo salpican. Al contrario de lo que ocurría en Arroyo, es la madroñera la que hace aquí de cinturón del coscojar, y no al revés, mientras la encina, cabeza aquí de la serie principal, adopta allí un papel marginal, sobre los riscos, con portes achaparrados, como alfombra del sabinar.
Algo semejante ocurre en Hornachos, donde el nebro reposa sobre un escabel de coscojas y chaparros, una formación mucho más extendida hasta hace poco por la provincia a juzgar tanto por los testimonios de Rivas Goday, que cita esta cupresácea incluso en las sierras calizas de Alconera y Santa Marta, como de la Paleobotánica, que pone de manifiesto períodos no muy lejanos en que la coscoja y el nebro llegaron a adueñarse del paisaje de Aracena, reflejando probablemente sucesiones prolongadas de años especialmente fríos y áridos. Otro caso quizá sería el del registro palinológico de Proserpina, donde el nebro podría asociarse a azaúches, desarrollando entonces una mayor corpulencia, como lo hace aún sobre la pedriza de la Casa de El Mampar en la Sierra de Hornachos.
También el azaúche adoptaría alturas mucho mayores de las que adquiere en sus lastrales recalentados de hoy en día. Si bien la tesis de una ocupación absoluta de los vertisoles por parte del azaúche queda invalidada en el caso de Los Barros tanto por la envergadura que alcanzan en ellos las Quércus (ílex, fagínea, súber) como por los datos polínicos y antracológicos, basta asomarse a los pies de la resolana de La Garza, cerca de La Oliva, para cerciorarse de como este árbol podría entrar en competencia y salir con ventaja frente a cualquier otro del suroeste ibérico. De hecho, su participación junto a álamos negros, áceres, agalleros, fresnos u ojaranzos consta en muchos de los montes más exuberantes del área, como los de los vertisoles de las afueras de Lisboa, los bujeos gaditanos o los canchales de Burguillos. Hoy quizá los únicos vestigios de estas frondas en Los Barros los constituyan, con un poco de imaginación, sus extensos olivares. No debía de hablar Plinio de tierras muy lejanas a la nuestra cuando hace notar que un campo tiene una vida de 30 años como mucho. Tras ellos hay que devolverlo a la naturaleza... Menos en Hispania, donde siembran el trigo entre los olivos. Encontrándonos en un área tan próxima a la primera civilización en el tiempo de Europa, con unos conocimientos agrarios que despertaban la admiración de los mismos romanos, no parece descabellado pensar que en Los Barros se extendiese prontamente una agricultura semejante aprovechando sus (presumimos) abundantes azaúches.
No se agota con esto el elenco de árboles reflejado por la Paleobotánica que todavía hoy siguen salpicando los Barros y calerizos pacenses. Si bien no cabe duda de que los pinares de pino piñonero (Pinus pínea) que pueden contemplarse en las sierras de La Fuente o La Lapa obedecen al cultivo o, por lo menos, a un manejo intencionado del monte, como se deduce de la ausencia casi total de estratificación en ellos sin motivo edáfico aparente que lo explique, también es cierto que la altura de vértigo que alcanzan, la cual les hace situar sus cogollas tan por encima de todos los demás árboles próximos que les ha permitido a muchos de sus individuos sobrevivir a incendios devastadores para toda la vegetación de su alrededor, así como la constatación de su presencia en la zona tanto mayor cuanto menor era la intervención humana, invitan a pensar que quienes los sembraron no tuvieron que ir muy lejos a por la simiente. El problema vendría a la hora de atribuírles un emplazamiento e imaginar su impronta.
Lo que les proporciona a los pinos ventaja parece ser su virtud de absorver ingentes volúmenes de agua en un mínimo espacio de tiempo, imponiéndose a todas las demás especies en arenales con el canto suficiente como para que el agua, al escurrirse entre la arena, quede enseguida fuera del alcance de las raíces, así como en regiones que reciben la mayor parte de las precipitaciones en forma de trombas o tormentas. Consecuentemente, el pino doncel (Pínus pínea) y el negral (P. pináster) se extienden ampliamente por las dunas del occidente peninsular, a la vez que, en las montañas y páramos orientales, de clima fuertemente continentalizado y, por ende, donde una parte considerable de las precipitaciones llegan de la mano de tormentas estivales (con un desplazamiento de los picos pluviométricos hacia los equinoccios por el sur), los pinos bermejo (Pínus sylvéstris) y pudio (P. nígra) ostentan un desarrollo enormemente superior al de las fagáceas, dejándolas relegadas a un estrato inferior o prosperando allí donde ellas no llegan, mientras que en las zonas bajas el negral y el carrasco en las costeras (P. halepénsis) se yerguen al amparo de la gota fría sobre un estrato de azaúche, charneca, lentisco, coscoja, palo sanguino, espino negro, murta... Dada la frecuencia con que todas estas especies se dan en Badajoz, cabe esperar que los pinos colonizaran los huecos de estas formaciones desde los baluartes que le proporcionarían los terrenos más inestables.
Bibliografía:
BLANCO CASTRO, Emilio: "Los bosques ibéricos". GeoPlaneta.
BLANCO CASTRO, E, CUADRADO PRIETO, C: "Etnobotánica en Extremadura"
CAJUS PLINIUS SECUNDUS: "Historia naturalis"
DUQUE ESPINO, D. M: "Resultados antracológicos de los yacimientos de La Coudelaria de Alter do Chãu y su integración en las secuencias paleoecológicas y paleoambientales del suroeste peninsular". Revista Portuguesa de Arqueología. Vol. 8. Número 1.
DUQUE ESPINO, D. M: "La gestión del paisaje vegetal en la Prehistoria reciente y Protohistoria en la Cuenca Media del Guadiana a partir de la antracología" Servicio de publicaciones de la Universidad de Extremadura.
HURTADO PÉREZ, V. M, GARCÍA SANJUÁN, L, HUNT ORTIZ, MARK A: "El asentamiento de El Trastejón (Huelva)". Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía.
MUÑOZ GIL, José: Curiosidades en torno al río Guadajira publicadas en la revista de las fiestas de Fuente del Maestre
RIVAS GODAY, S: "Vegetación y flórula de la cuenca extremeña del Guadiana". Publicaciones de la Excma. Diputación Provincial de Badajoz.